Las razones de Chesterton para hacerse católico

 

         Hijo de familia rica, culta y liberal anglicana,  pronto dio Gilbert Kheit Chesterton (1874-1936) sospechosas muestras de amor a la Virgen María y de admiración por ciertos  santos cristianos (Francisco de Asís, Tomás de Aquino, Francisco de Javier…); había vapuleado en sus temprano libro Herejes a ciertos intelectuales ingleses contemporáneos (Shaw, Huxley, Spencer, Russell…); miembro de la socialista Fabian Society, y entusiasta de la Rerum Novarum de León XIII, había criticado la decadente Iglesia anglicana y victoriana en el Imperio Británico, más política que espiritual y aliada a la clase plutocrática; y, vitalista y bon vivant como era, le disgustaban harto los predicadores puritanos de su Iglesia, más partidarios de la predestinación que de la misericordia de Dios. Su amistad con su amigo el historiador Hilaire Belloc, trambién converso, y con otros como él, le ayudó también mucho en su decisión, que la tomó cuando también la tomó su mujer, Cecile.

El primer gran valor que G. K. Chesterton había descuubierto en la Iglesia Católica fue la universalidad. Una Iglesia, lugar de salvación para todos sin distinción, peregrina en todos los países del mundo y encarnada en toda clase de gentes, sin distinción de etnias, lenguas, colores de la piel y condición económica. Y junto con la universalidad, su juventud renovada. Había cometido muchos errores, pero siempre conservó lo esencial y fue fiel al legado decisivo de Jesús; había sido perseguida por muchos, pero siempre había sabido superar las persecuciones; había pasado por muchas crisis, pero siempre había podido aprender de ellas, volver a sus principios fundantes y continuar su camino por la historia. Universal y joven sempiterna, al Chesterton humanista, escritor y buen paladeador de la vida, le convence y mucho, la sacramentalidad de esa misma  Iglesia, fundada en  Cristo, humano y divino, y de ahí, la profunda armonía entre lo natural y lo sobrenatural, entre el alma y el cuerpo, el cielo y el suelo, entre Dios y el hombre mortal. Y por ende, a Chesterton le gustan el divino materialismo de los sacramentos católicos, la liturgia, los ritos, las fiestas populares, las imágenes de los santos (sobre todo su santo bioografiado Francisco de Asís, y toda la tradición franciscana)…