La humildad en la tradición benedictina (y 2)

 

                 La humildad es una virtud tan grande, que aunque el Demonio parece que imita todas las virtudes, no acierta a entender la naturaleza de esta. (…) Igual que no se puede construir un barco sin clavos, es imposible salvarse sin humildad. (Vida de Sinclética).

 

Cuando las personas son orgullosas, envidian los logros de los demás, y siembran todo tipo de males. (Hildegarda de Bingen, Libro de los méritos de la vida).

 

Las cosas que realmente necesitamos nos llegan solo como dones, y para recibirlas como dones tenemos que estar abiertos. Para estar abiertos tenemos que renunciar a nosotros mismos, en cierto sentido tenemos que morir en cuanto a nuestra imagen de nosotros mismos, nuestra autonomía y nuestra fijación en una identidad pertinaz. (Thomas Merton, Conjeturas de un espectador culpable).

 

Un hombre humilde puede hacer grandes cosas con una rara perfección, porque ya no está preocupado por lo contingente, como sus propios intereses y su propia reputación, y por lo tanto ya no tiene que esforzarse en defenderlos. (Tomas Merton, Nuevas semillas de contemplación).

La humildad en la tradición benedictina

 

                    La humildad es verdad, es la verdad. Frente a ciertas exageraciones, incluidas las de San Benito, ni uno tiene que pensar que es inferior a todos,  y el más vil (séptimo grado de la  humildad del santo), ni esforzarse por parecer humilde (duodécimo grado). Uno no debe parecer nada, y todavía menos un tímido don nadie. Una persona que no pretende ser nada más que lo que es no tiene miedo de lo que la gente diga de ella.

Merton vio claro que el fundamento principal de la humildad es la gracia divina: lo que uno es, tiene o consigue es un regalo de Dios y de los demás. Beda el Venerable es dado a citar la encarnación del Hijo de Dios en la humanidad de Cristo como el ejemplo supremo de humildad. Esta es un reconocimiento de que  compartimos las debilidades y los pecados de nuestros hermanos, y de que formamos un sistema vivo junto a las plantas y los animales, que surgimos del  humus, el suelo húmedo de la tierra virgen.

La humildad es un componente esencial de la escucha, de cualquier diálogo, de cualquier comunicación. Solo quien tiene algo que aprender y que compartir escucha de verdad, dialoga y comunica seriamente.

Dado que la humildad evita la comparación, la envidia es una señal infalible de su ausencia. Cuanto más nos conocemos, más descubrimos que somos inferiores a la imagen que tenemos de nosotros mismos.

La humildad es la verdad sobre nosotros, toda la verdad, la de nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestra historia, nuestras virtudes y nuestros defectos.

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Si no es mediante la humildad de todo tu corazón, mente, espíritu, alma y cuerpo, no podrás heredar el Reino de Dios. (Antonio, Cartas).

 

Uno de los hermanos me pidió: Cuéntanos una de tu visiones. Y yo le dije: Un pecador como yo no pide a Dios que le haga ver visiones. Va en contra de la voluntad de Dios y es un error. Pero en todo lo que hace por voluntad de Dios, incluso si resucitase a un muerto, al sirviente de Dios no le mancha el orgullo ni la jactancia. Porque sin permiso de Dios ni siquiera vería que la Providencia lo gobierna todo. (Vida de San Pacomio).

 

(Estos hermanos) saben que las buenas cualidades en ellos existentes no proceden sino del Señor. Ensalzan a Dios que actúa en ellos, diciendo como el profeta: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. (Regla de San Benito).

La primacía del sacerdocio bautismal

 

                       La religiosa italiana Linda Pocher, doctora en teología e investigadora, se ha convertido en una asesora del Consejo de cardenales, que asesora al papa Francisco, y ha sido  una de los ponentes del reciente simposio internacional Para una teología fundamental del sacerdocio.

Desde la reflexión sobre María, nueva Eva, colaboradora del Nuevo Adán, Madre de los seres vivientes, discípula ejemplar del Señor, maestra en el discernimiento y en la acogida, modelo del servicio y de la cura, opta la joven teóloga no solo por devolver a María al interior de la Iglesia, sino también por hacer la Iglesia similar a María –principio mariano, recalcado ya haca años por el gran teólogo suizo Von Balthasar-, lo que solo será posible cuando sus miembros, hombres y mujeres, consagrados y laicos, sean conscientes de la dignidad que se les ha conferido en el Bautismo, del que brota, para todo cristiano, la participación en el ministerio sacerdotal, profético y real del Señor.

Habría que hablar -prosigue- incluso de un primado del sacerdocio bautismal, ya que el don del bautismo precede al don de la ordenación, al menos por dos razones: en primer lugar, porque nadie puede ser ordenado sacerdote, si antes no ha sido bautizado. Para decirlo con palabras de Balthasar: el ministerio de Pedro no puede siquiera concebirse sin el sí de María, un sí  que ha de ser repetido y renovado en la vida de todo creyente. En segundo lugar, porque el ministerio ordenado es un don que se otorga a algunos para el servicio de toda la comunidad eclesial. El ministerio sacerdotal existe para ayudar a que cada creyente florezca plenamente en su propio sacerdocio bautismal. ¿No estará el llamado clericalismo enraizado precisamente en un cierto olvido de este primado que funda y establece la igualdad en la dignidad de todos los creyentes?

La verdad que nos sana

 

 

            Escribe Pablo D´Ors que el nivel de verdad de un mensaje, de una persona, de un libro o de una película puede medirse con bastante precisión… por los frutos que produce. Si todo eso suscita paz, amor y alegría duraderas, podemos presuponer que contienen una buena dosis de verdad.

Lo que quiere decir que la paz. el amor y la alegría duradera  son tres flores del árbol fecundo de la verdad.

Una obispa anglicana en el Vaticano

 

            En su reunión bimestral celebrada en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, del 5 al 6 de febrero, con el Consejo de cardenales (C-9), que ayudan al pontífice en el gobierno de la Iglesia universal, el papa Francisco invitó, junto a otras mujeres insignes, a la secretaria general adjunta de la Comunión Anglicana, presente en 165 países, Jo Bailey Wels. Casada y con dos hijos, fue decana (la primera mujer) en el Colegio Ridley Hall (Cambridge), donde enseñó Antiguo Testamento, y profesora de Biblia en la universidad de Duke (Carolina del Norte). Estuvo al frente de varias comunidades anglicanas en varios países de África y en Haití.

Bailey celebra haber sido invitada, como colega, como compañera de ministerio en el Evangelio de Cristo, a compartir la historia reciente de las mujeres en nuestra Iglesia, sabiendo que tenemos mucho en común y mucho que aprender unos de otros, y convencida de que el papa Francisco tiene voluntad de explorar y de asumir algunos riesgos, así como de ejercitar la imaginación en cuanto a las posibilidades de cambio.

Cuando le preguntan expresamente cómo valora el impulso del papa para dar a las mujeres su lugar, esta es su respuesta: No parece tener miedo al cambio: está abierto a las posibilidades de que las tradiciones de la Iglesia sean renarradas y reimaginadas para seguir siendo fieles al Evangelio en los nuevos tiempos y contextos. Y elogia su voluntad de empoderar de muchas formas a los bautizados para que vuelvan a comprometerse, desafío saludable ante el clericalismo.

En este punto resulta esperanzadora la opinión del presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el teólogo Víctor Manuel Fernández, sobre la posible ordenación de las mujeres -cuestión cerrada para los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI-, cuando al dubium presentado por algunos cardenales sobre este asunto respondió que aún no se ha desarrollado exhaustivamente una doctrina clara y autorizada acerca de la naturaleza exacta de una declaración definitiva. No solo los dos papas anteriores, sino su predecesor en la Congregación, el jesuita español Ladaria, dio también por definitiva la doctrina en contra de la ordenación de la mujer.

Penélope Cruz y la Madre Teresa

 

No se han comentado como merecían las palabras de nuestra actriz suprema, en un reciente Hormiguero de Pablo Motos, sobre  la Madre Teresa de Calcuta.

A la pregunta del presentador  sobre quién te ha impactado más de toda la gen te famosa que has conocido, no se lo pensó mucho: –No es del mundo del cine: es la Madre Teresa. Si hay un viaje que me cambió la vida, fue el que hice a Calcuta. Yo la veía a las cinco todas las mañanas en una especie de misa y, a partir de ahí, me iba a cada una de las casas que tienen ellas a ayudar. Me pidió: si vienes aquí, es para trabajar.

Penélope lleva grabada a fuego la imagen de los bebés tirados en las calles de la ciudad y recogidos por esas heroínas: Había uno de esos niños que era ciego, y en cuanto sentía una voz de adulto cerca, se echaba a buscar el contacto, y la actriz española también le abrazó: Esas mujeres maravillosas le daban una casa, una cuna, pero no daban abasto para abrazarlos. 

A la gloria del Gran Arquitecto del Universo

 

                  El Venerable Maestro de la Logia pamplonesa Pro Libertate, 181, perteneciente a a Gran Logia de España, mi amigo Andoni Fuentes de Cía, fue entrevistado recientemente por Miguel Ángel Malavia en la revista católica más difundida en España y en Hispanoamérica, Vida Nueva. En la entrevista es presentado y fotografiado solo como responsable de formación y redes sociales de la Gran Logia de España.

A propósito de la declaración del 15 de noviembre pasado, hecha por la  Congregación para la Doctrina de Fe, de que la pertenencia activa a la masonería por parte de un fiel está prohibida, debido a la irreconciliabilidad entre la doctrina católica y la masonería, que repetía la de 1981, Fuentes  ha mostrado más tristeza que sorpresa, ya que el Santo Padre  se ha mostrado muy sensible y  abierto al contacto con otros colectivos anteriormente apartados de la Iglesia. Un comentario similar hice yo aquí, por esas fechas, subrayando asimismo la extrañeza también ante las nuevas maneras del presidente de dicha Congregación, el innovador teólogo argentino Víctor Manuel Fernández.

Tras las alentadoras palabras del cardenal Ravasi, siendo presidente del Pontificio Consejo de Cultura, también comentadas en este Cuaderno, se generaron, como bien recuerda el Venerable, no pocas expectativas, pero, al decir del mismo, la Iglesia no fue receptiva a buscar el encuentro que propuso la masonería italiana.

Fuentes defiende, como es natural, el carácter moral y filantrópico de la masonería regular para gloria del Gran Arquitecto del Universo, y su propia convicción católica y masónica, que se alimentan mutuamente. Según el último barómetro, un 38% de los miembros de la Gran Logia de España se declaran cristianos, y un 14´5%, católicos.

Andoni Fuentes termina diciendo que espera que en un futuro se proclamará la compatibilidad de la doctrina de la Iglesia y la masonería, aunque seguramente no será pronto.

Casos como el suyo, conductas tan serias y rigurosas como la suya, son ya fundamentos para esa esperanza, que es la de muchos de nosotros.

La oración en la tradición benedictina (y II)

 

                  Es mejor algo tan sencillo como oler una flor de jardín (…) que tener una experiencia carente de autenticidad de un valor muy superior. Es mejor disfrutar tranquilamente del sol o de alguna lectura ligera que pretender estar en contacto con algo con lo que uno no está en absoluto en contacto. (Thomas Merton, Acción y contemplación)

 

La función de la oración no es establecer una rutina, sino una relación con Dios, que siempre está en relación con nosotros. (…) La función de la oración también es entrar en contacto con nosotros mismos. Para los antiguos, las lágrimas de remordimiento eran la señal de un alma que conocía sus límites, afrontaba sus pecados, aceptaba sus necesidades y vivía en la esperanza.  (Sor Joan Chittister, La regla de San Benito)

La oración en la tradición benedictina (I)

 

                            San Benito no fue un teórico de la oración, pero organizó para sus monjes la liturgia de las horas o el oficio divino minuciosamente, asignando salmos, lecturas y oraciones a cada uno de siete oficios diurnos y nocturnos, desde laudes a  a completas. Más de tres horas al día leyendo u oyendo leer, lo que debía llevar a otra oración espontánea o sin palabras.

La oración benedictina no tiene tanto que ver con la técnica como con la perseverancia  y la atención. La lectio divina pasa  luego por la meditatio o reflexión, seguida por la oratio, hasta llegar a la contemplatio.

Hubo momentos en la historia benedictina, y sus ramas posteriores, en que la oración litúrgica se exageró y se exasperó, hasta conducir a una aversión a la misma. Y momentos en que esa oración se convirtió más en espectáculo que en contemplación, y hubo que buscar remedio en el silencio y el aislamiento,

La oración es un medio y una expresión del ofrecimiento de uno mismo a Dios, la entrega de nuestra vida y actividades a manos de Dios. La oración forma parte de la vida: Dios está presente  en todas partes y momentos de la misma.

***

Un hermano monje dijo al abad (abba) Antonio: –Reza por mí. El anciano abad le contestó: –No tendré piedad de ti, y tampoco la tendrá Dios, si tú mismo no haces un esfuerzo y no ruegas a Dios. (Antonio abad, Dichos).

 

Ante todo, al empezar cualquier obra buena, pídele al Señor con insistente oración que la lleve a término. (Regla de San Benito).

 

La oración debe ser breve y pura, a no ser que se alargue por inspiración de la gracia divina. (Regla de San Benito).

 

 

 

 

 

 

 

Estación de Anayet

 

Me gusta un mundo con nieve.
Me gusta un mundo de nieve.

Qué hermoso el ir y el venir,
el subir y el bajar,
el continuo jugar
de los hombres de la nieve,
 seguros y fuertes,
 luminosos, coloridos,
lentos al andar,
veloces al volar sobre la nieve.

Picos de Anayet, Culivillas y Royo,
Punta Escarra, Pala de Ip,
estandartes de la nieve, 
gigantes guardianes de la nieve,
murallones de nieve,
que cercáis un nuevo país de ensueño,
aislándolo de cualquier profanación,
os sueño siempre altivos,
perennes, inconmovibles,
para hacer posible
la nueva creación de la belleza.

Pasan silenciosos y angélicos los aviones,
rayando de blanco
el cielo azul.
¿No buscarán acaso 
el país de la nieve?

Me gusta  un mundo con nieve.
 Me gusta un mundo de nieve.