La fiesta del Espíritu


                             (Hech 2, 1-4)
 
Fue a los cincuenta días de la Pascua,
fiesta antigua de la siega,
fiesta de la Alianza en Israel.
Ni las palabras lúcidas,
ni las muchas señales sanadoras,
ni la vida impecable,
ni la trágica muerte
del Maestro admirado
deshicieron el hielo de sus mentes serviles,
ni pudieron romper
la triste mezquindad de sus turbios corazones.

Sólo el fuego del Espíritu pascual,
que penetró sus tuétanos,
los limpió del contagio del miedo,
los hizo inmunes
a la torpe soberbia, a la sucia avaricia.

Y entonces la palabra les brotó
libérrima y feraz como un torrente,
y el generoso empeño
como un viento imparable,
que los llevó por todos los puntos de la  tierra,
arrebatando su vida hasta  el extremo,
la muerte y el martirio.

Fue el milagro de la Pascua de Jesús,
la Fuerza del Espíritu de Dios
que vive y aletea en nuestro mundo.