Cuarto Domingo de Adviento

                 (Sobre la IV Égloga de Virgilio)
                                
                                    IV

Ya ha llegado el tiempo,
clara estirpe divina,
digno vástago de Dios.
Mira
cómo tiembla el mundo
sobre sus ejes inclinados,
cómo las tierras y los mares
celebran con estruendo
los tiempos gloriosos que van a venir.
Comienza, tierno niño, a conocer
por la suave sonrisa a tu madre.
Diez meses lunares te alimentó en su seno
y ahora te contempla jubilosa,
queriendo contagiarte su gozo incontenible.