Archivo por meses: marzo 2010

El reino de Dios (II)

        (Luc 6, 20-23; Mt 5, 3-12)

El reino inminente predicado por Jesús
no es sólo el reino final, definitivo,
para todos los benditos de su Padre.
Un cambio radical ha irrumpido en el mundo.
Una inversión total de valores y medidas:
Lo grande es pequeño,
lo pequeño es grande;
la fuerza es el mal
el amor el bien;
los propios serán extraños
y muchos de éstos entrarán
en la sala del banquete de los tiempos novísimos.

Los profetas de Israel
denunciaron los desmanes de su pueblo:
el trato cruel de los cautivos,
la venta de los pobres como esclavos,
las matanzas impuestas por los reyes,
las muchas injusticias
de los dueños del poder contra los pobres.

Jesús de Nazaret
viene a cambiar el quicio de la historia,
vinculando el tiempo y el espacio,
uniendo los eones diversos,
invitando a los hombres
a escuchar la palabra salvadora
de la nueva creación.
Dios, Padre celestial,
es un padre pródigo en perdones
y es la sola razón
del amor y la justicia,
comunidad de alianza
que se ofrece en el reino de los últimos tiempos.

Tal vez en la colina,
tal vez en la llanura,
o a la brisa del mar de Tiberíades,
en una ocasión, o en varias ocasiones,
proclamó Jesús las tres bienaventuras,
que dicen mejor que mil tratados,
mejor que las encíclicas,
mejor aún que todos los concilios,
lo que el reino de Dios
significa y comporta,
superando cualquier expectativa,
contradiciendo múltiples pronósticos,
deshaciendo un sin fin de silogismos,
pero cumpliendo a la letra
la justiciera voz de los profetas de Israel:

Dichosos son los pobres
porque de ellos es el reino de Dios.
Dichosos los afligidos
porque serán consolados.
Y dichosos los hambrientos
porque Dios los saciará.

Ignorancia bíblica

 Vuelvo a uno de mis estribillos. La encuesta mundial organizada por la Federación Bíblica Católica, llevada a cabo hace un año, con motivo del Sínodo sobre la Palabra de Dios, reveló, como era de temer, la profunda ignorancia entre los católicos de las verdades elementales de la Biblia, hasta llegar a tener a Jesús de Nazaret como autor de algún libro bíblico o hacer de Pablo un evangelista. España, como era de temer igualmente, consigue el lugar más bajo en el índice de conocimiento de la Biblia entre los países europeos: un 17%. Lo que explica, en la medida correspondiente, ciertos acontecimientos dentro y fuera de la comunidad eclesial en España, y ciertos vacíos -no quiero exagerar- en el campo actual de nuestras letras, artes, historia, política y religión. Cuando nos falta el léxico de nuestra cultura occidental (Paul Claudel), algo muy nuestro nos falta.

San José

Hoy es el día
de San José,
esposo de María
tras la mensajería
del ángel de Yahvé.

Hombre de robusta fe.
Padre y tutor providente
de Jesús de Nazaré.
Justo, discreto y prudente,
como se ve.

Y ya no sabemos qué
añadir al carpintero
y albañil (tektón) que fue.
Ni por qué
desaparece el primero

del tablero
de la historia.
Y a fe
que no existe en la memoria
un santo más silencioso,
un santo más misterioso
que San José.

Un Dios injusto y pueril

No es raro que personajes poco o nada religiosos, incluidos algunos de vida poco ejemplar, y aun con muchos excesos, despilfarros y abusos, salgan por ahí diciendo que no creen en Dios a causa de las grandes diferencias personales y sociales que existen en el mundo. Se diría que quieren  acaso excusarse o justificarse a sí mismos, cargando cómodamente toda responsabilidad sobre un Dios injusto -y pueril, digámoslo todo-, en quien dicen no creer. Pero, si Dios no existe, ¿quiénes son los responsables de tamaños desaguisados? ¿Será la Madre Naturaleza, la Madre Tierra, la nueva Diosa de tantos actuales creyentes?

El Dios de Saramago

No me gusta Saramago, ni como personaje ni como escritor. Conozco mal su obra y por eso no quiero que mi ignorancia ocupe el lugar del juicio ponderado. Leo en el último número de El Ciervo a uno de sus habituales colaboradores, antropólogo, sociólogo y crítico literario, Julián Ruiz Díaz, que firma su trabajo El Dios de Saramago es absolutamente absurdo. Resulta que, según Ruiz, el premio nobel portugués, autor de la novela Caín y de otras muchas,  presenta en ese libro y en otros muchos un Dios arbitrario e irracional, déspota y cruel, repugnante, extravagante, envidioso, impío, violento… Escojo los epítetos del crítico y dejo de citar, que sería interminable, los párrafos al pie de la letra. Naturalmente que lo que busca el novelista, comunista convicto del más ortodoxo marxismo, es  no sólo mofarse de ese Dios y arremeter contra él, sino componer un alegato en pro del ateísmo puro y duro. Nada nuevo, por otra parte. Aqui y allí el crítico de la revista barcelonesa resume su  propio pensamiento teológico avanzado y hasta hace sus pinitos ecuménicos con este tipo de escritores que, como Saramago, hace de la Biblia mangas y capirotes, selecciona los pasajes que más le interesan para su causa, deja a un lado cualquier intento de exégesis, los entiende en ocasiones al pie de la letra, como el más retrógrado fundamentalista, o los interpreta a su aire para llevar a cabo su personal batida contra la religión. Creo que en casos como éste hay que dejarse de requiebros culturalistas o de apostólicos distinguos y llamar a las personas y a las actuaciones por su nombre. El premio nobel Saramago es, además de un incamsable antiteo, un ignorante de tomo y lomo sobre asuntos bíblicos. No conoce ni las lenguas de los libros sacros, ni su historia, ni  los  métodos de crítica histórica actual (historia de las fuentes, de las formas, de la redacción…). A todo lo cual se une su intento,-en palabras del antropólogo toledano- de menospreciar, censurar y ridiculizar la Biblia, el cristianismo, la religión y a Dios mismo. Pues vale. Allá él, que edad tiene. Y punto pelota.

Tres haikus sobre la luna

Como es bien sabido, los mejores haikus son japoneses, que para eso los inventó Matsuo Bashô. De una breve selección presentada en EC por Josep M. Rodríguez, elijo estos tres, escritos, respectivamente, por los poetas nipones Yamamoto Ryoka, Yamasaki Sokan y Takahama Kyoshi. Los tres dedicados a la luna, astro predilecto en el país del Sol naciente.

Ladrones. Sólo
me han dejado la luna
en la ventana.
         *
Si a la luna llena
le ponemos un mango:
¡qué buen abanico!
         *

Luna de estío.
En la mesa, podrida,
una manzana.

Efebofilia y pedofilia

Las muchos casos registrados y confirmados de efebofilia y pedofilia dentro de centros perteneciemtes a la Iglesia católica en varios países de Europa y América son desconsoladores y preocupan ahora gravemente a las autoridades eclesiales. Eso y una política demasiado larga de  encubrimiento, ocultación y disimulo, que es tan repugnante y dañino como lo anterior. No es cosa de perderse en cifras absolutas y relativas, que son, además, confusas y equívocas. En todo caso, son demasiados casos y muy repartidos en el mundo. Hay quienes, como el arzobispo de Viena, que conoce de cerca el paño, saca a relucir el celibato obligatorio, la educación de los seminarios y el desarrollo de la personalidad de los candidatos al sacerdocio. El cardenal de Tegucigalpa, R. Maradiaga, niega la relación forzosa entre celibato y pedofilia, claro, pero insiste en la necesidad de la formación, ahora que los conocimientos de psicología no son los de hace medio siglo. La historiadora y ensayista católica Luceta Scaraffa, nada menos que en L’Osservatore Romano, lamenta  la falta de presencia femenina en la Iglesia, sobre todo tras la revolución en la configuración de los roles sexuales. Como en todo caso complejo, no hay una sola causa ni un solo remedio. Todas esas sugerencias y propuestas habrán de ser importantes elementos de reflexión y de decisión, si se quiere acabar con esa plaga y con esa alarmante quiebra de confianza del pueblo católico en sus rectores espirituales, al pagar muy caro los 400.000 que son en todo el mundo por los escándalos de los 3.000 infames, o de los que sean. Otra de las serias consecuencias de tan desgraciadas noticias es la campaña de anticlericalismo y antieclesialismo soez, que, como era de temer, ha comenzado a levantarse en ciertos diarios digitales y en la red en general. También en España. Quien quiera hacer, fuera del estudio del caso, una buena antología actual de ese fenómneo tan español no tiene más que copiar algunos artículos de periodistas y sobre todo las comunicacicones de los lectores en los diarios que todos conocemos. Si un día, como es de prever, comienzan a difundirse denuncias, verdaderas o falsas, en nuestro país de estos hechos hediondos, la reacción superará aqui a todas las reacciones conocidas hasta ahora.

El reino de Dios ( I )

Jesús aprendió de sus padres piadosos,
y en la escuela común de los sencillos
-sinagoga local nazaretana-
la creencia vital
del eterno poder soberano de Dios
sobre todas las obras de sus manos.
Él es el rey de reyes y rey de las naciones,
Señor de los señores de la tierra.
Pastor de hombres,
justo y compasivo,
celoso de su nombre,
exigente con los suyos,
colérico con todos los injustos,
castigador de todos los malvados.
Padre amante de su pueblo,
liberador de todas sus desdichas,
cuando acuden a Él y Él los acoge
con sus entrañas de misericordia.

Jesús aprendió de Juan en el desierto
la inminencia implacable
de la ira y la gracia de Dios
que había de venir con su justicia.
Pero aprendió después, ausente ya el rabí,
recorriendo las aldeas galileas,
el dolor y las miserias de los hombres,
los solos, los ancianos, los enfermos,
los leprosos, los llamados pecadores,
las jóvenes prostitutas,
los jóvenes sin tierra y sin trabajo,
todos aquellos excluidos
de la gente y de la ley.
A ratos le seguían y ayudaban
sus amigos pescadores y labriegos,
algún que otro zelante de la ley,
junto a algún audaz recaudador de impuestos,
y un grupo de mujeres constantes y hacendosas
que nunca le dejaron vivir a la intemperie.

Con ellas y con ellos el Maestro a menudo
oraba fervoroso al Padre celestial
que viniera su Reino
que viniera como rey y creador
a salvar a su pueblo elegido,
a librarlo del Mal,
y que todos tuvieran su pan de cada día,
y el perdón de sus deudas con Dios y con los hombres,
más útil que el pan de trigo o de cebada.

Los enfermos, los leprosos, los posesos,
que esperaban sus manos sanadoras,
los tristes y los solos,
los llamados pecadores,
las jóvenes prostitutas,
los jóvenes sin tierra y sin trabajo
invocaban el Reino que invocaba el Maestro.
Una nueva cercanía de Dios,
como nunca la sintieron en sus vidas,
alegraba sus ojos
les limpiaba las almas
y dormían felices esa noche.

La experiencia del éxodo

Escribo dos páginas, que me piden para la revista de la Colegiata de Roncesvalles, en este Año Santo Jacobeo, sobre la peregrinación y los peregrinos. Me centro en el peregrinaje singular y modélico de Jesús desde Nazaret a Jerusalén y llego hasta  la experiencia fundante de Israel, que fue el Éxodo (salida) desde la esclavitud del faraón de Egipto.  Contra él hizo el Señor milagros y prodigios grandes y terribles: Y a nosotros nos sacó de allí para introducirnos y darnos la tierra que había prometido a nuestros padres (Dt 6, 20-23). Queda claro que no es el faraón el dueño de la vida y de la muerte, sino Dios, el Señor de la historia, lineal y progresiva, tiempo de libertad, donde Él se revela. El Dios que interviene en favor del esclavo y el débil, por medio de los suyos, ante los que se hace creible. Todas las peregrinaciones, todas nuestras vidas, no van a ninguna parte, si no siguen estis dos modelos principales. No llevan a ninguna tierra prometida, si no se liberan de todos los faraones que les salgan al paso, si no ayudan a liberarse a quienes pugnan por salir de cualquier esclavitud, que les cierre el aire al camino de la vida, de la libertad y de la dignidad en este mundo de peregrinos.

Hacia un nuevo paradigma

A la secularización y pérdida de vigencia del factor religioso, con la consiguiente crisis de las prácticas y de las instituciones religiosas -la desregularización institucional del creer, de la que hablan los sociólogos-, quiebra de la tradición y falta de memoria cristiana, se puede responder con una posición defensiva y amurallada o con una rendición en toda regla. O haciendo simplemente lo que hasta ahora, tal vez con un mayor proselitismo. O trasfiriendo la antigua y renovada religiosidad al culto del hombre (ciertos humanismos, ciertos ecologismos). O traduciendo la antigua religiosidad en términos menos / o no sacralizantes y más actuales, sobre el único fundamento de Jesús el Cristo, crucificado y resucitado. Lo cierto es que una nueva y profunda exégesis, que dura ya más de un siglo, ha redescubierto la figura de Jesús de Nazaret y de la primera Iglesia y ha puesto patas arriba buena parte de la teología tradicional, en cuanto traducción histórica de aquel fundamento eclesial. El Concilio Vaticano II y sus grandes teólogos ya anunciaron los grandes cambios que iba a traer consigo esa nueva traducción en áreas o categorías como los signos de los tiempos, ecumenismo, relaciones de fe y moral, relaciones de fe y ciencia, dignidad del hombre, papel de la mujer, dictadura del dinero, opción preferencial por los pobres, escándalo del llamado tercer mundo, defensa de la creación… Todo lo cual nos descubre, de modo original y con lenguaje de nuestro tiempo, al nuevo Jesús de Nazaret, es decir, a un Jesús  real y presente en nuestro mundo como meta-paradigma:Buena Noticia de Dios, portador del Reino, que comienza ya entre nosotros. Reino, donde los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios… y se predica esa Buena Noticia a los pobres (los anawim), las víctimas, los excluidos, los últimos de este mundo.