Entre Valpuesta y la torre de los Varona

 

         Volvemos a Valpuesta, el nombre que nos evoca aquella diócesis, creada por Alfonso II de Asturias, que lindaba en el siglo IX con la de Oviedo, Osma y Pamplona. Villa histórica enclavada dentro del Valle de Valdegovía, extendido entre Burgos y Alava, perteneciente al ayuntamiento de Berberana, en la comarca de las Merindades, tiene hoy 16 habitantes, de los que sólo unos pocos viven aquí de continuo.

Depués de varios día de lluvia persistente, luce un sol frío de diciembre, que sólo solea a pleno sol. Hoy por fin podemos visitar la  Colegiata, un Bien de Interés Cultural, porque ha venido Julio, Julio Camín, bilbaíno, uno de los benévolos y proactivos Amigos de Valpuesta, que tiene casa en el pueblo y, llegado de Bilbao,  se pasa media mañana enseñándonos un poco de lo mucho que sabe. El es la enciclpedia de Valpuesta y con él vamos recorriendo históricamente todo:  la ermita del año 804, la oculta entrada románico-gótica que todavía hace de palomar; el pórtico actual; las vidrieras del XIV, el retablo renacenista de Felipe Bigarny: los altares laterales; el claustro renovado, cuyo jardin hace de camposanto del pueblo; la colección de casullas, cuadros y otros materiales muy dañados por el tiempo y el largo abandono desde la quema y los destrozos de las tropas napoleónicas, acampadas aqui, a la Desamortización posterior; los testimonios escritos y fotográficos de la lenta recuperación del edificio y sus varias riquezas; la recensión de los trabajos de los estudiosos sobre  los cartularios medievales, entre ellos, nuestro erudito Ricardo Cierbide, y los tomos del Becerro de Valpuesta…, en los que aparecen, a lo largo del siglo X las primeras palabras de la lengua castellana, que después recibirá el nombre glorioso de español. En varios lugares se reconoce la obra meritoria de los investigadores que han hecho revivir las excelencias de Valpuesta: el clérigo, natural de Tuesta, Saturnino Ruiz de Loizaga, al que se deben los descubriientos en el Archivo Vaticano; Emiliana Ramos, la autora del mejor estudio lingüístico de los cartularios vapuestianos, que un día me abrió los ojos a su importancia; Nicolas Dulanto; Francisco Cantera, o el decisivo paleógrafo de esos mismos cartularios, J. Manuel Ruiz Asencio…

Helados los pies y las manos y parte del resto de cuerpo, contemplamos después, junto con Julio, la torre de los Condestables, agujereada de saeteras, del siglo XV, hoy posesión de quien la tiene más que descuidada; suerte parecida a la de otros edificios, algunos semiderrumbados o derrumbados del todo. Sigue en pie la casa palacio de los Zaldívar, del XVI, con el famoso lema inscrito en sus muros: Vivebienqueasdemorir. Está ahora cerrado el bar abierto no hace mucho en una casona, bien restaurada, del siglo XIV, con el clásico entramado de madera, que se imita en una casa reciente en la parte más alta del poblado.

A ocho kilómetros de Valpuesta, a unos cientos de metros del lugar de Villanañe, en pleno  Valle  alavés de Valdegovía, nos enseña una guía avezada la torre fortificada de los Varona, Bien de Interés Cultural, que parece arrancar de la voluntad de un almirante visgodo, de nombre Ruy Pérez, hacia el año 680, que tenía en su escudo las barras del rey de Aragón Alfonso I el Batallador. Muralla, foso parcial con sus puentes y pontones y torre con almenas (siglo XIV), es único edificio de su género en todo Álava, al que se añadió en el siglo siguiente el palacio gótico renacentista, donde vive el último de los Rodrigo Varona -nuestro guía hace unos años-, cuyo apellido, sucesor de los Pérez, va unido a la Casa desde el siglo XII sin interrupción hasta hoy mismo, cuando a Rodrigo ha sucedido su hija Miren Varona.

En los dos pisos que recorremos podemos ver objetos originales o menos originales de los Varona: vajilla de la Cartuja de Sevilla, cristales de Bohemia, mobliliario de la Casa, inventos de algunos antepasados científicos e inventores, las primeras bombillas eléctricas de la zona, fotografías de los Varona carlistas y diputados generales de Alava, y sobre todo la decoración de varias habitaciones de papeles pintados, siglo XIX, de París, Alsacia, España…

Comemos de cumpleaños en el Palacio de Salinas de Añana (¿de los romanos Annius y Anniana?). Y, cerrado a estas horas el centro de interpretación, vamos a ver, un poco por encima, las balsas de sal en la parte productiva, no abandonada y recientemente restaurada. Patrimonio agrícola mundial desde 2017, el valle salado, formado en tiempos por más de 5.000 eras, sobre algunas de las cuales se vierte la muera de tres manantiales principales, sigue posándonos, con sus 6.500 años de historia,  la sal pura de un antiguo mar de hace más de 200 millones de años. En forma de sal mineral, de flor o escama de sal, de sal líquida y de chuzo de sal. Oficio necesario un día, delicias de cocineros famosos hoy, es parte importante de proyectos económicos renovadores y de originales proyectos culturales y turísticos.