(En esta media página José Antonio Pagola resume cientos de miles de páginas de numerosos exegetas bíblicos y teólogos de toda condición, de los siglos XIX, XX y XXI, sobre la pasión y muerte de Jesús de Nazaret)
“La razón de fondo está clara. El reino de Dios defendido por Jesús pone en cuestión al mismo tiempo todo aquel entramado de Roma y el sistema del templo. Las autoridades judías, fieles al Dios del templo, se ven obligadas a reaccionar: Jesús estorba. Invoca a Dios para defender la vida de los últimos. Caifás y los suyos lo invocan para defender los intereses del templo. Condenan a Jesús en nombre de su Dios, pero, al hacerlo, están condenando al Dios de reino, el único Dios vivo en quien cree Jesús. Lo mismo sucede con el imperio de Roma. Jesús no ve en aquel sistema defendido por Pilato un mundo organizado según el corazón de Dios. Él defiende a los más olvidados del Imperio; Pilato protege los intereses de Roma. El Dios de Jesús piensa en los últimos; los dioses del Imperio protegen la “pax romana”. No se puede, a la vez, ser amigo de Jesús y del César; no se puede servir al Dios del reino y a los dioses estatales de Roma. Las autoridades judías y el prefecto romano se movieron para asegurar el orden y la seguridad. Sin embargo no es sólo una cuestión de política pragmática. En el fondo, Jesús es crucificado porque su actuación y su mensaje sacuden de raíz ese sistema organizado al servicio de los más poderosos del IMperio romano y de la religión del templo”.