A vueltas con el Carnaval

 

     A Patxi Mendiburu le sorprende la tesis de Urbeltz de que el Carnaval rural sea un fenómeno global europeo, frente a pretenciosas celebraciones localistas o a invenciones raciales/étnicistas: un rito de renovación, que trata de conjurar, entre comienzos de año y tiempo de primavera, amenazas reales como plagas o epidemias. Que no naciera en oposición a la Cuaresma es cosa muy sabida, puesto que nace mucho antes que ella. Pero lo cierto es que en el ámbito de la Cristiandad el rito atávico, del neolítico, topó con la Iglesia de la Cuaresma, de la Semana Santa y Pascua, y tuvo que coexistir como pudo, por medio de mil peripecias ingeniosas. Que sea una fiesta  de purificación es algo patente en las fiestas romanas de febrero, incluido el nombre del mes. Eran fiestas también de purificación del campo, de las bestias y de las plantas del campo. Que UIrbeltz lo reduzca demasiado a las plagas de insectos y de langostas -dos plagas biblicas en Egipto-, puede ser una limitación. Y hoy es difícil identificar bien la pureza de los diferentes factores y significados del ritual purificador y renovador primitivo. Como se sabe, y lo dice el mismo autor; Inhauteriak (Carnavales) viene de inhausi: podar, máximas acción purificadora.