Cataluña en España (VI)

 

         Durante la Restauración canovista, conservadores y liberales catalanes se repartieron el poder en Cataluña, entonces la fábrica de España, por la industria algodonera, que exigió aranceles fuertemente protecccionistas ante la competencia inglesa. En las dos guerras de Cuba (1868-1878) y 1895-1898), un mercado bien aprovechado por el naviero e industrial catalán marqués de Comillas, los periódicos catalanes mostraron un intenso españolismo. La prosperidad industrial catalana hizo que a comienzos de siglo un 40% de la población de Barcelona y su entorno llegara del resto de España. Los tristemente célebres atentados anarquistas en Barcelona no tenían carácter identitario alguno, ni menos nacionalista.

Pero todo ello contribuyó decisivamente a que a finales del siglo XIX surgiera el nacionalismo catalán. con el primer Congreso Catalanista (1880), que reclamó escuelas en lengua catalana. La entrega, en 1885, del Memorial de Greuges (agravios) al rey Alfonso XII, lejos de todo separatismo, enfatizaba el proteccionismo y el Código civil catalán, de origen romano, con la libertad de testar, frente al derecho castellano, comunitario. En 1887, los tres jóvenes nacionalistas Enrique Prat de la Riba, José Puig  y Cadafalch y Fancisco Cambó fundaron la LLiga de Catalunya, que, cinco años después, con el nombre de Unió Catalanista,  convocó la asamblea, donde se aprobaron las Bases de Manresa, esbozo de Estatuto de autogobierno, corporativo, opuesto al parlamentarismo liberal.

Fueron años de intensa eleboración y propaganda nacionalista por medio sobre todo de la lengua, y también del excursionismo, el canto coral, el baile de la sardana -entonces desconocido por la gran mayoría-, la barretina y el himno El Segadors, letra y música modificadas una y otra vez desde 1882 y que por fin  las incorporó el Orfeó Catalá en 1899 a su repertorio y se hicieron popularmente reivindicativas.

Fueron años también, en los que se defendieron en Cataluña teorías racistas, haciendo de la catalana una raza pirenáica, analítica, frente a la raza meridional, arbitraria y absorbente  (Valentín Almirall, federal y después republicano radical); una raza aria y superior, frente a las razas del sur del Ebro (Pompeyo Gener, federal y después supernacional), o  una raza catalana y europea, mercantil e industrial. frente a la española, semítica y bereber (Prat de la Riba).