Torre de Celigueta

 

Más de cien fortificaciones guardaban el Reino frente a castellanos y aragoneses, una vez desaparecido el peligro moro. Se apostaban en lugares estratégicos, allí donde la muga, el paso fácil o la engañosa orografía propiciaran un acceso fácil al enemigo.

Las torres señoriales no respondían a criterios de política defensiva general, sino que se erguían donde radicaban los linajes y se asentaban los solares: Ayanz, Yárnoz, Arínzano, Olcoz… La torre aislada era la más sencilla defensa. Como ésta de Celigueta, que parece del siglo XIII, a la que, como a casi todas, se le fueron añadiendo paños de buen sillar, ampliando sus dimensiones. Las garitas bajas son sin duda un pertrecho posterior.

Cabo de armería, en tiempos de la conquista perteneció a los Ezpeleta y fue, probablemente, demolida o maltratada. Recientemente ha sido recrecida y restaurada. Se le ha sobrepuesto un  adarve con almenas y matacanes para devolverle la figura de sus mejores tiempos.

Cerca del camino real de Pamplona a Sangüesa, en las cercanías de las sierras de Izco y de Tabar, a los pies de los acantilados de Ízaga, la torre-palacio de Celigueta ha imitado de ellas su reciedumbre y su resistencia.