Sin vencedores ni vencidos

 

         El ex político socialista Francisco Vázquez, informante entonces como embajador cerca de la Santa Sede, escribe en VN que en la ley de Memoria Histórica hay un artículo, el 16, que regula la normativa aplicable al Valle de los Caídos, redactado entre los entonces negociadores: la vicepresidente del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Paco Vázquez cita, además, el magnífico informe, de 29 de noviembre de 2011, redactado por una comisión de expertos, plural políticamente, con un detallado resumen legislativo y competencial, que deja perfectamente clarificado cuál debe ser la función del conjunto monumental y razona diversas soluciones alternativas a la presencia de la tumba del General Francisco Franco.

El ex embajador estima como una gran torpeza todo lo hecho por este Gobierno, ya que en una negociación previa y reservada con la familia Martínez Bordiu-Franco habría resuelto el problema del enterramiento definitivo del dictador, salvando todas las dificultades jurídicas que, aparentemente, surgen de manera continua.

Pero no nos engañemos, continúa Vázquez: El auténtico trasfondo del contencioso existente sobrela exhumación de los restos de Franco no es otro que la ruptura definitiva con el proceso de reconciliación nacional acordado en la transición democrática, que puso fin al régimen franquista. Y colateralmente, la intencionalidad política del Gobierno que quiere situar a la Iglesia en una incómoda corresponsabilidad, que le permita acusarla de complicidad con la larga dictadura, para así tenerla en una posición de debilidad a la hora de negociar las drásticas reformas educativas y fiscales que se anuncian como previas a la promulgación de una nueva ley de libertad religiosa y la denuncia de los “Acuerdos” con la Santa Sede.

Francisco Váquez termina haciendo votos porque e Valle de los Caídos, sin vencedores ni vencidos, sirva como lugar de memoria y de reconciliación, en la firme voluntad de evitar el resurgimiento que algunos buscan de las dos Españas, que, ochenta años después del fin de la guerra, vuelve a amenazarnos con helarnos el corazón.