Sentarse y pactar

 

      Aunque parezca que todo está dicho sobre el independentismo catalán, cada día nos trae alguna novedad, Hoy, en un artículo publicado en ABC, diario colista en el momento actual, el ex presidente socialista de la Junta de Andalucía, Juan carlos Rodríguez Ibarra, irrumpe, como hizo a menudo cuando su mandato, y recomienda, como los clásicos, un gobierno de coalición nacional entre el PP y el PSOE ante estos graves momentos, para salvar a la Democracia y a España. Como, dice él, hacen partidos secesionistas, tan diversos o más en casi todo, pero unidos ahora para promover y conseguir la independencia de Cataluña. ¿Y para hacer de inmediato qué? Para hacer nada, porque, al decir de Ibarra, no hay nada que hacer, y, menos que nada, premiar la sedición y la rebelión de los independentistas, pagándoles los gastos del esperpento, (No encuentro otra palabra mejor que esta para calificar el proceso catalán). Esta propuesta, que tanto en el PSOE  como en el resto de los partidos va a pasar sin pena ni gloria, saca a la luz lo que algunos comentaristas están diciendo y lo que mucha gente no se atreve o no puede decir. Representa la propuesta entera -no sólo en cuanto al gobierno de coalición, quizá lo menos importante- a toda una masa de opinión frente a otra masa -masiva y oficial en el PSOE y en muchos círculos llamados progresistas, amén de todo el desnortado Podemismo-, que repite desde haces meses y años el mantra del diálogo y la negociación, el acuerdo pactado con el Gobierno de la Generalidad, el Referéndum legal y pactado, etc. Entre los contenidos de ese hipotético pacto – aunque nadie diga cuándo, cuánto, cómo y dónde-, sostenido por sus partidarios hasta en estos momentos conflictivos, estaría el pacto fiscal, a la manera del concierto vasco; las competencias exclusivas en educación y cultura; la denominación de Cataluña como Nación, cuando no como Estado, y hasta la creación de seleccciones deportivas nacionales o una embajada permanente en la UNESCO: estas dos últimas concesiones, propuestas por la asociación más importante de empresarios catalanes, defensores también acérrimos del pacto fiscal. Con lo cual, volveríamos al concierto catalán, que en su día rechazaron los catalanistas y pondría en pie a las restantes Comunidades Autónomas; se premiaría y reforzaría una causa principal de la deriva independentista por medio de las competencias exclusivas en educación (¿Es que de hecho no han sido exclusivas?),  y alborotaría  todo el patio autonómico español con esas selecciones y esos embajadores. Lo digo, sin entrar en el fondo de la cosa, para resaltar el abismo entre las dos masas de opinión, dentro de las cuales caben muchas opiniones, sin contar los independentistas, nacionalistas o no, que no quieren nada de todo eso y sí todo de algo muy distinto.