(Sobre el salmo 62)
Tú eres mi descanso.
Mi salvación final.
Mi roca y mi baluarte.
Yo no soy, a fin de cuentas,
más que un muro que cede
o tapia que se desploma.
Los hombres, unos y otros,
débiles y torpes,
apenas un soplo en la balanza.
El poder no lo tienen
ni la fuerza ni el dinero,
sino sólo tu amor.