Un racionalismo temprano, de los de “al pie de la letra”, e ignorante de la bella variedad literario-teológica de los textos bíblicos, dejó a San José en el limbo de la paternidad, de la secundariedad y hasta de la socarronería popular, teñida de popularidad, con un lirio en la mano. Los pintores y escultores de muchos siglos hicieron lo demás. Y ahi siguen los predicadores…
Sé de sobra,
San José,
que sabes
que,
después de tantos años,
sé
lo que te pasó
y por qué.
Pero
no
seré
yo
quien lo diga,
no sea que algunos digan
que estoy perdiendo la fe.
No seré
yo,
no,
San José.