Pre-románico navarro

 

       Los cimientos aparecidos bajo el pavimento de la nave gótica de Leire, restos del primitivo templo carolingio, que vio San Eulogio de Córdoba en su visita del año 848; parte de la cabecera del santuario de San Miguel de Aralar; el hórreo de Iracheta, relacionado con el arte asturiano, y la fábrica mozárabe de la iglesia de San Millán de Suso, consagrada en los años 929 y 984, bajo los reyes navarros García Sánchez I y Sancho Garcés II Abarca, han dado pie de obra suficiente para que los autores puedan hablar del Pre-románio navarro.

Pinturas mozárabes, con retratos de Sancho Garcés II y de su hermano Ramiro, rey de Viguera, asi como de la reina navarra Urraca, guarda el Códice llamado Albeldense o Vigilano, terminado el año 975, compuesto en el scriptorium del monasterio navarrro de San Martín de Albelda y conservado hoy en la biblioteca del monasterio de San Lorenzo del Escorial. El monje Velasco, del vecino scriptorium de San Millán, copió veinte años más tarde las ilustraciones de su paisano Vigila en otro célebre  códice llamado Emilianense.

De escultura, nos quedan unos toscos altorelieves figurativos, tallados en piedra arenisca, arrancados de la pared de la ermita de San Miguel, de Villatuerta -un día, monasterio-, al Museo de Navarra. Figuras de animales -al parecer, dos perros, un mono y un gallo- se mezclan con un obispo a caballo y un Cristo en cruz. Entre un perro y un gallo estaba en el muro primitivo  San Miguel, con alas al viento y brazos levantados, como un primer ejercicio escolar del artista indígena. Es la primera escultura del Arcángel en el arte español del siglo X. Sigue quizás la pauta de los ángeles bizantinos de San Vitale, en Rávena ( s. VI), que sostienen en alto un crismón con el cordero que simboliza a  Cristo. La imagen fue después muy popular, como aparece en el capital románico de la iglesia del pueblo navarrro de Berrioplano y en la primitiva imagen de madera de San Miguel de Aralar.

Alas de arcángel en manual de piedra.
En cruz arcángel, con la cruz en alto.
¿Quién como Dios?, proclamas persistente.
Nadie se atreve a disputar tu lábaro.