Poemas en Roma

 

    Ahora que leo poemas escritos en Roma, me pregunto por qué no escribí poema alguno en los cuatro años que estuve en mi ciudad por excelencia, ni en los viajes posteriores en que la visité. Tal  vez era demasiado joven para eso. O quizás porque vivir en Roma es vivir la poesía de manera anímicamente radical, cordialmente exponencial, en cualquier sitio en que estés o cualquier cosa que hagas. Cuando la escritura sobra o es algo accidental y secundario. Un estorbo incluso. Otra cosa debe de ser sin duda lo que le ocurre a mi amigo Santiago Montobbio, poeta joven pero maduro, que ha ido allá, entre otras cosas, a escribir poemas. Pero incluso a él le han salido unos poemas muy distintos de sus habituales. Aqui sus poemas romanos casi no lo son: son cada momento de su propia vida clara y trasparente, sin esfuerzo, sin añadidos, sin recovecos literarios, sin ornamento alguno, donde la retórica es imposible, poque es el mismo proceso del vivir cotidiano. !Algo tiene Roma que hace paralelas la vida y la poesía! Ya lo dijo en latín Horacio cuando se dirigió nada menos que al sol para ponerlo como testigo de la excelsitud y de la sublimidad de su urbe amada y cantada:

                                                                     Alme sol…

Montobbio escribe, por ejemplo, este bello poema, que casi no es bello ni poema: 

Antes de irme compro unas estampas / para mi madre del ábside – Jesús, / la Virgen -, y algún magneto. No / podía resistirlo. Será quizá el único / que me llevaré de Roma, para distinguir/ el lugar que tiene en mi corazón este sitio. / Veo, al pagar  que hay una guía del Trastévere, / la imagen de esta iglesia en su portada, / y que pone como subtítulo algo así / como Guía del lugar en que se inició, / empezó el cristianismo en Roma. Lo sabía. / Lo he sentido. No era falso mi sentir. / He sentido las raíces de Oriente que hay / en la más antigua Europa en este / espacio santo, como así la sentí / en la basílica de Torcello, Venecia, / Roma. El principio de Europa, Cristo. / Mis padres. Yo aún niño mientras / escribo.