Del Mesolítico a la Edad de Hierro

 

Durante el Mesolítico y el Neolítico (8500-2500 a. C.) nuestros antepasados, que viven en el territorio que un día se llamará Navarra, van acomodándose, tras las últimas glaciaciones, a la llamada actualidad climática (Holoceno), algo más cálida  y húmeda de la que  tenemos hoy.

En diferentes niveles de los abrigos de La Peña (Marañón), Padre Areso (Bigüezal) o Aizpea (Aribe) quedan vestigios de la nueva vegetación y de la nueva fauna, así como de la expansión de la agricultura, ganadería y nuevo urbanismo de pequeños poblados de chozas.

Durante el Eneolítico (2500-1800) se extiende entre nosotros las metalurgia, con sus armas y utensilios de cobre, primero, y de bronce, después. Entre las cuevas habilitadas en el Eneolítico y Edad de Bronce (1800-900) destaca el abrigo de Monte Aguilar en Las Bardenas, donde aparecen numerosos asentamientos, y es numerosa la lista de poblados en la Edad de Hierro (900-100): Muru-Astrain, Javier, Pamplona, Etxauri, Artajona, Muruzábal, Oteiza, Barbarin, Bargota, Los Arcos, Arroniz, Larraga, Olite, Viana, Mendavia, Lodosa, Santacara, Castejón, Fitero, Valtierra o Cortes.

Las influencias provienen de la cultura celtibérica del interior de la Península y de los pueblos célticos del otro lado de los Pirineos. En tales asentamientos, construidos en lugares altos fortificados o sobre pequeñas lomas, cerca de los ríos, se ha encontrado, por ejemplo, una figurita de ciervo de bronce, procedente de la necrópolis de La Torraza (Valtierra). O hachas de bronce y un morillo o caballete de hierro para colocar la leña en el hogar (Alto de la Cruz, Cortes). O  una urna fneraria, de cerámica, y vasija de alacena (Atalaya, Cortes).

Al final de la Edad de Hierro, comienzan a circular en nuestro territorio monedas de bronce y plata, acuñadas en ciudades ibéricas. En la ceca de Barscunes, no lejos de Pamplona, se acuñan también, según los modelos ibéricos, denarios y ases de bronce con jinetes a caballo, espada o lanza en mano.