La locura racional

 

       A G. K. Chesterton debemos algunas de las frases más famosas sobre la locura. Por ejemplo,  que lo que causa la locura es precisamente la razón. Que los poetas no enloquecen, pero los jugadores de ajedrez, sí. Que el peligro de enloquecer radica en la lógica y no en la imaginación. Que los locos no han perdido la razón, sino que se han quedado sólo con ella. Y, sobre todo, la que más me gusta y me convence: que la poesía es  cordura porque flota con facilidad en un mar infinito, mientras la razón pretende cruzar el mar infinito para hacerlo finito. El genio inglés pone el ejemplo excepcional de Cowper, un buen poeta inglés, enloquecido por la lógica extraña y desagradable de la predestinación calvinista. De mí sé decir que los momentos más peligrosos de cercanía al desvarío han sido aquéllos en que me he entretenido en reflexionar sobre la eternidad. Conozco personas, incluso poco religiosas, que se han estremecido con ese pensamiento. Y la verdad es que cuando,de inmediato, me he puesto a pensar en la vida que llevan mis seres queridos en el cielo, o he pensado en qué haremos en concreto cada día cuando muramos, o me he sumergido en esa música celeste de Bach o Haydn, entonces me he visto lejanísimo de ese terror o, mejor, hundimiento de mi mente. La poesía cuerda frente a la loca razón. Del peligro he salido a veces convencido (y humilde, no humillado) de que nuestra razón es finita y no puede abarcar lo infinito, Y eso me serena y me humaniza al  mismo tiempo.