“La Iglesia es `Resto´, ya no es cantidad”

 

        Hace unas semanas, celebraron en el Seminario de Pamplona sus bodas de oro sacerdotales (1957) los compañeros de José Antonio Arzoz, retirado activamente ahora en Acedo, que ha vivido en Alemania 48 años, 43 de ellos como capellán de emigranes españoles, y como capellán de capellanes. Allí  le encontré un día, en plena faena, siendo yo parlamentario europeo. José Antonio, que tiene una buena pluma y una buena elocuencia, habló durante la fiesta en nombre de sus compañeros, y, según me informó uno de sus amigos y condiscípulos seglares, que abandonó muy pronto el Seminario, sus palabras tuvieron mucho eco. Después, el mismo orador me envió el texto de su breve discurso. Discurso (de dis-currir) para mostrar su gratitud a sus mayores, para glosar la Nueva Evangelización que arrancó del Concilio Vaticano II, y la actual reestructuración de las parroquias en unidades pastorales, como imperativo de aquélla. Particularmente inter esante fue su referencia a la celebración del V centenario de la Reforma Protestante (1517), acontecimiento principal en el ámbito religioso, cultural y social en Alemania y en todo el Norte europeo. El Concilio, según Arzoz, que citó palabras del papa Francisco, reconoció y retomó muchas de las causas del reformador Lutero: la importancia de la Sagrada Escritura y de su lectura por los cristianos; la Iglesia como Pueblo de Dios; el uso de la lengua vernácula en el culto; la comunión bajo las dos especies; los cargos eclesiásticos como servicio a la comunidad; Cristo, no la Iglesia, como luz de las naciones… Y, tras mencionar el Documento común de Augsburg sobre la Justificación (1999), auguró un futuro ecuménico, pasando del conflicto a la comunión, a través de la comprensión y fe compartida, y de la autoreforma (superación de la Reforma y de la Contrareforma) de todos: ¡Ecclesia semper reformanda!

Pero todavía faltaba  lo mejor. Y ahí salió el poeta de JAA, con este precioso soneto, que resumía y potenciaba todo lo dicho anteriormente:

Nuestra Iglesia era pura Cristiandad
con cristianos pasivos y obedientes,
de la voz de pastores muy pendientes,
que el Concilio orientó a Comunidad.

La Iglesia es `Resto´, ya no es cantidad.
Con la fe del bautismo coherentes
están ya concienciados los creyentes
y saben activar su identidad.

Como curas navarros enviados
a sembrar en el mundo la esperanza,
salimos a integrarnos a la vida.

Tras los  cincuenta años faenados,
colmados de trabajo y de confianza,
volvemos a anunciar: Misión cumplida.