La fe de Tertuliano

 

   Ayer, en la iglesia de mi pueblo, un lugar muy sagrado y  singular para mí, en el funeral de José Javier Idoy. paisano y condiscípulo, misionero en América y  un todo terreno pastoral en Navarra, me rondaron de nuevo las célebres palabras, millones de veces repetidas, de aquel primer teólogo africano, rebelde y excesivo, que se llamó Tertuliano. Por excesivo lo teníamos y excesivas nos pudieron parecerf esas misma palabras, que hoy nos parecen una de las mejores descripciones de la fe: Que el hijo de Dis fue crucificado: no me avergüenza porque es vergonzoso (pudendum). Que murió el hijo de Dios: es totalmente creible, poque es absurdo (ineptum). Que, sepultado, resucitó: es cierto porque es imposible (impossibile). Lo correcto, lo razonable, lo posible no es terreno de la fe. Otro teólogo rebelde, danés por más señas, Soren Kierkegaard.  nos dirá muchos siglos después:  La fe no es un instinto del corazón, sino la paradoja de la vida.