En Portegado de Funes

 

          Con tiempo lluvioso en Pamplona, y tras clarear la mañana nada más pasar la frontera climática del Carrascal, llegamos a Funes, donde encontramos un Arga crecido y rumboso tras las primeras lluvias de este otoño.  Por el carretil del cementerio subimos hasta el final de los pinares de repoblación y nos quedamos en el cabo de Peñalén (392 metros), cerca del Barranco del Rey (del rey Sancho Garcés IV (1076), el célebre despeñado en ese barranco, con la intervención de sus hermanos Ramón y Ermesinda). Peñalén o Villanueva fue un antiguio poblado, despoblado ya a finales del siglo XIV. Hacía tiempo que no veníamos hasta aqui, y el paraje, una de las diez maravillas de Navarra, nos causa no la misma impresión que nos causó la primera vez que lo vimos, pero también grande. Todo está más limpio y cuidado; los pinos más altos; los yesos y las arcillas más relucientes por las lluvias recientes, y más trasparente, desde el nuevo mirador, la visión de los campos de Villafranca, Funes, Marcilla, Peralta, Caparroso.. terrenos aluviales. hasta la sierra de Ujué.  Sólo unas nubes bajas nos impiden ver la primera nieve del Pirineo. Despojadas de cualquier encanto las choperas, y apenas asomados los herbales, dominan los tapetes verdes de los bróculi, los muchos invernaderos, que pueden parecer balsas a primera vista, y las extensas fincas de tierra blanquecina preparados para el maíz. Pero lo que más nos llama la atención,mientras paseamos por el borde, protegido, del cortado oriental son las obras de recuperacion de la conexión  entre el cauce actual del Arga y la madre vieja del río – en el meandro de Soto Sadillas- mediante un canal de entrada. El proyecto, uno de los más importantes de España, incluye la creación de zonas verdes, viales y puentes: preparación de llanuras de inundación; dragado del fondo fluvial; remoción de motas, mantenimiento de sotos; apertura de balsas a lo largo del cauce, bien visisbles desde aqui. Y todo a fin de crear un espacio fluvial  de calidad, que es una de las glorias de Funes, a los pies de la primera gloria, que es el Barranco. Cerca del nuevo punto en el que estamos se han partido y derrumbado nuevas masas de arcilla, que forman una especie de columnas semihundidas de un templo de tiierra, sobre los pinos resistentes de la ladera. Por el lado occidental del Barranco de Peñalén vemos una larga viña alta, ya deshojada por complet o y una plantación, más larga aún, de brócali, todavía sin recoger los cogollos.  Tomamos un estrecho carretil, siempre entre pinos, en dirección a Peralta, y abocamos, sin saberlo, a una especie de claro o plazuela natural, mirador también sobre la villa, presidida por un alto monumento moderno de piedra, con adornos de hierro negro en la base, al Sagrado Corazón, bendiciendo a la población de Funes y a todo el somontano navarro. En el extremo occidental, la ermita de Nuestra Señora de Portegado (pórtico y cobertizo), de los años cincuenta del siglo pasado, que sustituyó a un edificio del siglo XVII. Es una capilla pequeña, con un pequeño pórtico, el techo remontado y una incipiente torrecilla minúscul, toda pintada de blanco. Una sencilla imagen de la Virgen preside el altarcillo, rodeado de algunas flores y algunas velas. Dentro no cabe ni media docena de personas. A la puerta, de hierro, de la misma hay tres paisanos en pie y una paisana sentada en una silla baja, que se dijera la  guardiana o serora de la ermit, pero que no lo es. Los cuatro jubiladoss, tienen el humor de susbir en coche muy frecuentemente al lugar, de modo que pueden parecer la guardia pretoriana de la ermita. Pegamos la hebra y la conversación se alarga tanto, que para resumirla necesito más tiempo y lo dejo para mañana, por no hacer demasiado espesa la columna.