El triunfo de Macron

 

          Si ya sabemos de sobra a qué se deben los llamados populismos, de un lado y de otro, ahora sabemos también cómo pueden ser enfrentados y superados desde el llamado centro, es decir, fuera de ese mitológico dilema espacial y casi moral de izquierda y derecha, que Fancia fue el primer país en consagrar como algo metafísicamente invariable. Ahora sabemos cómo se puede incluso acabar. al menos en ocasiones solemnes como esta, con partidos que se dividíeron durante decenios ese espacio, entre moral y locativo, con propuestas, actitudes y actuaciones que están más allá de los que quieren dividir el mundo en dos, y hasta la mente y el alma en dos. También sabemos que todos los europeistas estamos de enhorabuena, porque, aunque sea muy difícil avanzar con una Unión de 27 Estados miembros, y, además, sin la Gran Bretaña por ahora, lo cierto es que acumular críticas mordaces cada día, noticias negativas a todas horas, desprecios de personas y actuaciones europeas sin cesar…, no lleva a parte alguna y no hace más que debilitar y abaratar la creación política más importante, después de la del propio Estado,  que ha llevado a cabo la humanidad.