El infierno de Savater

 

    Fernando Savater, filósofo y hombre de letras, sincero agnóstico -para quien el cielo y el infierno están en esta vida- y acerado crítico de la Iglesia, acaba de escribir, siguiendo la tesis o la parábola de  Swedenborg, evocado por Borges, una emotiva descripción de su propio infierno, tras la muerte hace dos años de su mujer, cuando las cosas de su mundo se van difuminando y perdiendo sustancia: libros, películas, platos compartidos; sitios conjuntamente recorridos… Llega el infierno y se revela su condena más atroz: creyendo que él está vivo y que es ella la que ha muerto. Mutatis mutandis, ese es, aparte otros infiernos que puede traernos la vida, el infierno definitivo para todo creyente, según la mejor teología de hoy: Dios desaparece de  nuestra vida, actual y futura, en este caso porque nos separamos de Él, y todas las cosas de nuestro mundo se difuminan y pierden sustancia, Creemos que estamos vivos y que Él es el que ha muerto. Y es justo al revés.