¿A quién-con quién?

 

      Antes de toda esta serie de elecciones escribí un largo artículo ¿Votar: a quién-con quién? Sostenía que ahora más que nunca, cuando no hay mayoría absolutas y parece acabado el bipartidismo, no bastaba con votar a alguien, sino a alguien-con alguien, porque no hacíamos nada con votar sólo a alguien, si no sabíamos con quién iba a entenderse, pactar o formar gobierno.

No imaginaba yo, la verdad, los bailes, la timbas, las justas, las ferias de vanidades, los juegos malabares, los juegos  de cortejo, los juegos de esgrima, los navajeos y hasta los duelos, que iban a organizarse esta vez en los ayuntamientos -y aún nos quedan las Comunidades Autónomas-, para conseguir las diferentes varas de mando. Hasta llegar a veces a la irresponsabilidad, la deslealtad, el egoísmo fatuo, cuando no el ridículo. Y lo que es peor: cientos de miles de electores, tal vez millones, no votaron la salida o solución que el partido al que dieron sus votos ha preferido dar o ha tenido que dar con ellos al final del proceso.

No creo que haya otro remedio, pues el criterio de la lista más votada siempre va a ser rechazada por los partidos minoritarios, que una segunda vuelta, siempre que una candidatura no consiga la mayoría absoluta. Si no dejamos en manos de los electores la elección definitiva en una segunda vuelta, cualquier voltereta, cuando no la vuelta entera la darán los partidos, todos los partidos, casi siempre sin consultar a sus electores, fiados y confiados en la habitual y pre-democrática actitud pastueña, con que acude el elector medio a las urnas.