No es la genuina edad el cómputo preciso
de los días, los meses y los años.
Ni maduramos o nos hacemos viejos
igual que los cerezos y los olmos.
Un calendario antiguo,
más antiguo que el hombre,
nos rige y nos protege
del dominio del sol,
la luna y los planetas.
Inviernos y veranos,
primaveras y otoños,
cosechamos lo mismo
manantiales de gozos
que sequías de penas,
ventoleras de espantos
que brisas de esperanzas.
Dicen los sabios que el fin de nuestra vida
-que no se confunde con la edad-
Felicidad se llama:
palabra intraducible
en todos los idiomas.
Dice también el libro
más leído del mundo
que el amor y la amistad
son la única manera de alcanzarla.