Cistercienses en Navarra (I)

 

         De la mano de las abadías francesas de Citeaux o Scala Dei, el Císter plantó, a mediados o finales del siglo XII, sus  monasterios navarros de Fitero, La Oliva, Tulebras, Marcilla e Iranzu. para que  fueran centros de oración, de culto y de trabajo manual, en un régimen de silencio y austeridad, lejos de los modos mundanos de Cluny.

Pero, poco a poco, las muchas donaciones, los muchos dominios temporales, el poder político y los abades comendatarios fueron deformando aquel primer espíritu regenerador.  Y sólo, tras exclaustraciones, expulsiones y desamortizaciones, pudo volver a La Oliva (1927) la primitiva obediencia, que había resistido en el Císter femenino de Tulebras y había trasplantado en una vieja granja  de los monjes, ya desaparecidos, de Iranzu, el nuevo monasterio femenino de San José de Alloz (1917), con monjas venidas desde Ávila.

El Císter quiso ser un nuevo aire de vida. Tambien del arte. La iglesia de una sola nave, y sin la cubierta original, de Santa María de la Caridad, de Tulebras, es la más sencilla y románica de todas las cistecienses de Navarra. Fue este el primer monasterio femenino de la Orden en España, fundado aqui con especial intervención del rey navarro García Remírez en 1157, y unos años antes en Tudela. En el nuevo Museo de pinturas y esculturas se recoge parte de las rica historia cultural de la comunidad.