Cataluña en España (III)

 

         El año 1640 fue el año de la rebelión de Portugal, y también de Cataluña. por causas similares. En medio de la guerra de los Treinta Años (1618-1648), entre el Imperio Romano-Germánico y España contra las potencias protestantes y Francia, el conde-duque de Olivares llevó a cabo una centralización y homogeneización de impuestos y levas, que irritaron a todos, a lo que se sumó el nombramiento de no catalanes para cargos públicos. Pero irritante sobre todo fue la presencia  en territorio catalán, para defender sus fronteras, de tropas castellamas, a las que hubo que alojar, alimentar y soportar.

El día del Corpus de ese año, se sublevaron los payeses y con sus hoces segadoras entraron en Barcelona, donde fue asesindo  el virrey, conde de Santa Coloma. El presidente de la Generalitat, el canónigo de la Seo de Urgel, Pau Claris, pactó con el embajador de Francia la sumisión de Cataluña a la soberania fancesa, reconociendo a Luis XIII como conde de Barcelona, en lo que no hubo unanimidad de la población, ni mucho menos. Se repetía lo hecho por una de las facciones en el siglo  XV. Llegaron las tropas francesas, que no se comportaron mejor que las castellanas, mientras ardía la guerra civil entre los campesinos y la nobleza catalana, parte de la cual se refugió en Castilla. Terrminda la guerra de los Treinta años en 1648 con la Paz de Westfalia, el rey de España, Felipe IV, pudo enviar  tropas a Cataluña, y en 1652 se rindió Barcelona. Francia se retiró del conflicto, pero retuvo los territorios catalanes del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y parte de la Cerdaña, lo que confirmó el Tratado de paz entre España y Francia de 1659.

Ambos monarcas prometieron respetar los fueros catalanes en los dos Estados. El rey de España cumplió su palabra, no así el francés. Pero las Cortes catalanas no volvieron a ser convocadas en lo que quedaba de siglo.

El último tercio del XVII fue en Cataluña un período de crecimiento demográfico y económico, que abrió la puerta a la prosperidad del siglo XVIII, Los catalanes intensificaron su participación en el mercado americano, en el que entrarían plenamente con el rey Felipe V.