Artesanos

 

  Lo escribí hace muchos años, en una Feria de Artesanía, cuando Marcos Saragüeta Zubiri, de 87 años, natural de Mezkiritz, aparecía como el último de una saga de cuchareros de boj, o, al menos, como el mejor o uno de los mejores.

Hay que elegir bien los troncos de boj en el monte. De eso depende, en gran medida, la calidad del tenedor, de la cuchara y del cucharón.

Sobre el banco o tajón, Marcos va cortando la madera con el hacha de labrar. Con la marraza o cuchillo de mano consigue luego dar forma definitiva al mango de los cubiertos, pero sólo con la juela o zellu, espcie de gubia curva, logra vaciar el hondón del cazo de la cuchara. hasta que con una cuchilla o navaja y mucha paciencia la madera queda lisa, suave y luciente.

– Venga esa cuchara, Marcos.

Y aqui están los toneleros hermanos Martiartu Echeverría, de Murchante, reino municipal del buen vino, dándole a la maceta, al chazo, al cepillo de oreja, a la garlopa, al estobador, al gasteador, a la rasqueta, a la azuela y a la sierra. La madera de roble del País deja un perfume seco; la de cerezo, algo más afrutado.

Y este centón de cencerros -hierro y latón- de todo tipo: acampanado, virtante, cuartizo, campano, esquila, barrumbo, campanillo…, que ha podido moldear Epifanio Lazcano, en Iturgoyen, o Juan Apezetxea, en Lecumberri.

Los cuchareros, toneleros, cereros, olleros, alfareros, cordeleros, cencerreros, hojalateros, molineros o curtidores… fueron un día la pequeña nobleza artesanal. Oficios que han desaparecido o van desapareciendo, después de cientos, de miles de años.

Son herencia y símbolo de otras edades, y preciosas excepciones de la nuestra.

Quién sabe si un día volverán en forma de arte, de afición o de necesidad.